jueves, 23 de marzo de 2017

Villa Animalia #2

     Siempre pensé que la soledad era una bendición. Decidir moverme sin arrastrar a nadie más que mi familia y sus preocupaciones. Tal vez lo pensaba por la soledad y la falta de pareja: viudez voluntaria, un número primo sin raíz cuadrada.
     Hace unos dìas la casa de mi nuevo vecino se incendió. La estupidez humana se adjudicó el atentado. Un gásfiter que arreglaba el baño estaba cerca del foco del fuego: una cortina achurrascándose debido a una falla eléctrica. La primera reacción fue arrojarle una botella con agua, que estaba en el lugar. El problema es que era aguarrás, el problema es que el fuego se riega con combustible, el problema es que el proletario nunca ha sabido enfrentarse al fuego.
     La casa secundó el caluroso día y el trabajador fue arrestado por carabineros para aclarar el hecho. Yo lo hubiese enviado a clases de química, urgentes!!! Better Call Heisemberg.
      Los gatos desaparecieron. En un principio me sentí bendecido por el fuego. De verdad fue muy cerca el incendio. Espero que los leones de mi patio hayan podido escapar. Solo he visto al más pequeño. Ayer estaba tomando sol bajo los escombros, sin entender mucho. Yo tampoco entiendo nada. Son días crudos.

lunes, 13 de marzo de 2017

Villa Animalia #1

 Adopté una camada de gatos. El patio de mi casa nueva tenías espinos y basura donde parió la mamá. Hace poco me cambié y limpié el patio. La antigua dueña mató unos gatos, según el vecino. Me dijo que compró un ácido y lo echaba en el piso para espantarlos. Una víbora contra unos felinos. Espero que ella se muerda la lengua y desaparezca. Espero que los gatos vuelvan a confiar en las personas. Me gruñen cuando les doy comida o me acerco mucho. Duermen debajo de unas tablas, esperando que vuelva la basura y los tape. Eso no volverá a pasar.


 Los animales se parecen a los alumnos. Suena ofensivo pero no tanto. Son seres hambrientos, esponjas de sensaciones y experiencias. Gruñen y vociferan en estampida, se ríen como comadrejas, ensucian donde comen y algunos se cortejan entre los pasillos. Sin embargo, no creo que deban perder el instinto, ni los humanos, ni los animales, ni los alumnos, ni los profesores que habitamos las escuelas de domesticación.
 También Adopté una camada de estudiantes de primero medio. más bien, un grupo de alumnos me admitió en su numerosa manada. Y es que yo también parezco un animal: una lagartija disfrutando del sol seco de Villa Alemana, un pájaro, un pajarón en bici por Troncos Viejos.

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