“You can't dismiss this sick transmission huffs your brain
Exhale your will and forget I ever knew you”
No love- Death grips
“La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha
entendido, que los hombres extraordinarios están autorizados a
cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un artículo que
sostuviera semejante tesis no se habría podido publicar. Lo que yo
insinué fue tan sólo que el hombre extraordinario tiene el
derecho..., no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho
moral..., de permitir a su conciencia franquear ciertos obstáculos
en el caso de que así lo exija la realización de sus ideas, tal vez
beneficiosas para toda la humanidad…”
Crimen y Castigo – Fedor Dostoievsky
Pensar en la posibilidad y no en los límites. En un libro clásico
de nuestra delgada y angosta literatura chilena, “El socio” de
Jenaro Prieto, se cuenta la historia de Julián Pardo, un hombre de
negocios que absorbido por una mentira crea un alterego que termina
por asesinarlo. Una idea que se sale de control y logra remecer los
límites de la imaginación. En esa pequeña rendija de locura es
donde se desarrolla Mr. Robot (2015), una historia que colisiona
contra las barreras blandengues de la moral. Solo Breaking Bad
(2008) se acerca a la
complejidad del protagonista del relato: un oficioso trabajador de
las malas artes, un curioso impertinente frente a las cárceles del
miedo y los intereses de quien maneja los hilos de la normalidad.
Un historia cercana para
futuros nativos virtuales insurrectos. Nativos auténticos de una
época posmaterialista, con basura tecnológica como abono. Un grupo
de indígenas de la aldea global que pretenden derribar los castillos
en el aire del capitalismo. Con Mr. Robot pienso en un
resurgimiento de la ideología. Hacktivismo como la curiosidad al
servicio del caos, incompatible con la moral y la paz armada
imperante. Su argumento es claro: un grupo de hackers que logra
atentar contra una mega empresa conocida como E. Corp. Su personaje
principal es Elliot, un asesor de seguridad informática de grandes
conglomerados. La trama se desarrolla en los suburbios de un New York
rata y opaco, entre contradicciones de un sistema económico que
merece ser cuestionado con acciones directas.
“Descubrir lo real que hay en la ficción”, afirma Zizek en The
Pervert's Guide to Cinema - Lacanian Psychoanalysis and Film
(2006). Esta idea implícita pareciera guiar la serie. A menudo las
propias sospechas de Elliot contaminan la narración y nos impiden la
certeza frente a lo que vemos, cuestionando incluso nuestro rol de
espectadores. Su alterego, encabeza una campaña ejemplar, un manual
para los disconformes que están dispuestos a hablar en código
binario. Un perfil comparable con el Tyler Durden de Chuck Palaniuhk,
el señor Hyde de Stevenson o el ya clásico Walter Davis. Con el
ímpetu de Hannibal (2013) protagonizando una conspiranoia de
Black Mirror (2011).
Es su lenguaje visual novedoso, finalmente, el que logra ese efecto
de ambigüedad entre personajes volátiles, guarenes rata, magnates
obscenos e insurrectos prolíficos. La ingenieria social y el doxing
son las principales armas de esta revolución cyberpunk que amenaza
con cambiar el mundo, cueste lo que cueste. Elliot se erige como un
Lautaro con los medios más sofisticados de su tribu, reventando sus
fosas nasales y las fosas marianas del internet, baneando
especuladores vendehumos. Por qué finalmente esa es la discusión.
¿Cuál es el costo de hacer desaparecer la ficción del dinero de la
vida real?