"Tal vez
fueran siete tigres. Pero me parece que sólo eran seis. Y difícilmente
hubiéramos podido los seis ser algo en el año 2000 pues por entonces Rodrigo
Lira, el mejor, ya se había suicidado y llevaba varios años pudriéndose en
algún cementerio o sus cenizas volando confundidas con las demás inmundicias de
Santiago. Más que de tigres hubiera debido hablar de gatos. Bertoni, hasta
donde sé, es una especie de hippie que vive a orillas del mar recolectando conchas
y cochayuyos. Maquieira leyó con cuidado la antología de poesía norteamericana de Cardenal y
Coronel Urtecho, después publicó dos libros y se dedicó a beber. Gonzalo Muñoz
se perdió en México, me dijeron, pero no como el cónsul de Lowry sino como
ejecutivo de una empresa de publicidad. Martínez leyó con atención el Duchamp des cygnesy luego se murió"
Encuentro con Enrique Lihn – Roberto Bolaño
Si algún tesista, en un futuro no muy lejano, se
propusiera realizar un estudio sobre los medios de comunicación y recogiera la
tesis de Lihn sobre "los 6 tigres" en torno a la televisión chilena,
el Dandy, Juan Cristóbal Foxley debería estar entre ellos. Claramente don
Francisco, Felipe Avello y Bonvallet estarían antes, como Lira, Bolaño y
Bertoni están antes que los demás poetas. Foxley sería como Jota Ele Martínez,
un genio extinto prematuramente. En el caso de los tigres televisivos, no concibo un leivmotiv demasiado claro pero la subversión de los formatos sería unos de los factores. En tiempos de extinción del lenguaje
televisivo, vale la pena discutirlo.
Hace
poco regalé una televisión. La regalé para expiar culpa de una culpa incierta,
aquella culpa de algarabía y objetos rotos. Filo, la regalé. Mi reflexión
comenzó con el sentimiento de pérdida de un objeto de culto. Para aquellos que
la televisión fue un verdadero silabario y que añoran el aroma de un libro
nuevo cada cierto tiempo es más que un fetichismo mercantil o artístico. Frente al PDF, frente al
plasma y frente otras formas sofisticadas de representación de la realidad prefiero la espera del artefacto. Cuando Duchamp se reencarne sé que exhibirá una televisión en la sala de un campeonato de videojuegos japonés.
Los
recuerdos televisivos pertenecen a un registro cada vez más restringido. Un
medio masivo que impulsó una nueva forma de ver la realidad, donde aprender a
leer conductas e imágenes en la pantalla chica fueron las primeras
evaluaciones. Delinear lo ficticio dentro de una realidad cuadriculada. Adoptar
y desechar estereotipos, participar de la histeria colectiva televisada era un
requisito de la adolescencia. Imágenes que hoy son prejuicios, fantasmas sobre
la belleza, la violencia, la justicia y la solidaridad. Un cebo atrapatontos,
para cerebros alimentados en una parrilla programática pobre.
Es
por eso que Juan Cristóbal Foxley representa para mí un personaje enigmático.
Orate sobreexpuesto, aristócrata desdentado, Tom Sawyer paseando por las
orillas del Mapocho, un lazarillo entre amos y directores crueles. Un tigre
autocomplaciente pero instintivo, con apellido ministerial y gustos
heteroflexibles. La reencarnación de Vicente Cuicobro en TV. Es posible que si
el vate hubiese estado vivo habría pisado un set de farándula, tal como lo hizo
con el cine. Quizás un análisis semiológico acabado del fenómeno Foxley pueda
arrojar mayores certezas. Mi duda es ¿quiénes son los demás tigres de la
manada?