La pregunta es por qué son malas las malas palabras,
¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?,
¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar?
Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente.
No sé quién las define como malas palabras.
Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?,
¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar?
Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente.
No sé quién las define como malas palabras.
Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Roberto Fontanarrosa – Las malas palabras (2004)
La
oralidad en el contexto americano es un vehículo expedito hacia las raíces
ocultas. Sus variadas formas permiten reconstruir nuestras tradiciones
originarias aplastadas por el colono y la tradición hablada que se niega y
reniega la sistematización. La hegemonía de la cultura escrita y sus límites
formales no dan verdadero sentido del significado e impacto de la cultura
hablada, pues la oralidad implica una participación activa y vivencia del acto
comunicativo. Construir el lenguaje desde abajo, desde la cultura amerindia o grupos
sociales marginados, se postula como un enfrentamiento interesante, una disputa
política por el imaginario.
La censura protocolar a la que fui
sometido en el teatro Nescafé de las artes me hizo entrar por la ventana. Un
guardia calvo, el pacobinero del protocolo, impidió que me sentara a las
afueras del teatro aduciendo normas de formalidad y buenas costumbres. Supiera
cómo me manejo con los cubiertos en la mesa y que hasta el condón me lo pongo
con corbata. Providencia y su pretensión artística neoclásica versus un
provinciano cansado de viajar por la urbe. Sin embargo, este choque cultural era
exactamente uno de los objetivos del evento.
El encuentro “Palabra Hablada”, en
su decimotercera edición, propuso la conjugación de distintas disciplinas en el
ejercicio de la voz a capella. Un recital lírico inédito que rescató artistas importantes,
registros marginales y un visión de crítica frente al estado de la cosas. Una
propuesta que se plantea como opción al concepto refinoso de “gusto estético” y
su miopía pechugona. Más de alguna asistente horrorizada puede dar testimonio
de ello.
En
primer lugar apareció Karen Wenvul, quien a través de la invocación y el canto
espiritual abrió el encuentro cantando a nuestros ancestros. Una conexión
necesaria que dio el piso a una ceremonia que debía alejarse del
encasillamiento, en los límites de lo folclórico. Consecutivamente, salieron a
escena dos trovadores que hicieron uso de su gran habilidad de elaboración de
décimas. Cecilia Astorga y Rodrigo Núñez, con copa de vino incluida,
demostraron que la improvisación es una herramienta inalienable del arte oral y
que, a pesar de que cada pie forzado no fuese idóneo, el oficio y la
creatividad del payador marcan la diferencia.
De
ahí en más, el encuentro prosiguió con algunas caras más vistosas. Tata Barahona
demostró su cuantía a voz desnuda, en un homenaje al archifonema, al habla del
pequeño comerciante, al balbuceo y a la interjección dionisíaca. Portavoz no
estuvo a la altura del evento. Las razones, al parecer domésticas, demostraron
su indiferencia con la puesta en escena y con el concepto. El prejuicio con la
locación, el palo de la entrada y estereotipo del asistente promedio de Provi, no
justifican el olvido de canciones y la métrica dubitativa que marcaron su
presentación.
A
esas alturas, solo quedaba esperar el plato fuerte de la noche: el último
humorista del festival de Viña. Hubiese sido interesante la interacción con mi
acompañante de asiento. Una señora de unos cincuenta años, pelo corto y de baja
estatura. Quisiera haberle planteado un tema de conversación: ¿Qué es la popularidad? Nombre 3 artistas populares. Defina en breves palabras
una canción popular. Cantidad de “me gusta”. ¿Cuánta gente vive en su casa?
Adorno afirma en Televisión y cultura de
masas (1954) que la división entre arte "melenudo" y arte
"de pelo corto" es producto de una prolongada evolución histórica. Esa
evolución histórica, advierte, no es más que otra clasificación realizada por
el mismo comercio. Desde ahí entendemos que “Palabra hablada” contribuyó a
romper esa taxonomía nefasta del arte por la de valoración misma de la experiencia
estética. Los exponentes del canto sagrado, la paya, la comedia, la poesía, el
rap y la trova parecen ser artistas que rebasan el envase de las categorías
propuestas por el mercado.
Fue
el poeta Yeko Aguilera quien quebró finalmente el ambiente y guardó bajo la
alfombra roja todo tipo de solemnidad. Las caras de asco y distinción del
asistente promedio a dicho teatro se transformaron en risa o por el contrario,
en completa indiferencia. La arremetida retórica del chantipoeta demostró que
los elementos suprasegmentales y la performance son un requisito importante
para el arte literario actual, una oportunidad única de saltar de la página al
mundo, más allá de la racionalización, ofertas o críticos flemáticos del arte.
Una presentación breve pero contundente en la que espetó textos nuevos y otros
pertenecientes a Destilado de mariposa
del año 2009.
Finalmente,
el encargado de cerrar el show, León Murillo, salió a escena demostrando por
qué es el comediante under más exitoso en la actualidad. Su agudeza y chispa,
siguen intactas a pesar de las prostituciones mediáticas y la normalización de
su figura televisiva. Un evento prometedor, lúcido por parte del organizador,
Giorgio Vargas, quien se encargó de desmitificar ese subdesarrollo artístico y
precariedad que se le atribuye al arte oral. Ya no se trata de entender o no
entender, sino de intuir, de falsear, de travestir el arte para alejarlo de sí
mismo. De escribir sobre las posibilidades y no sobre límites.
Es
de esperar que las próximas versiones de este encuentro conquisten lugares más apartados,
otros nichos, otras regiones que den visibilidad al arte nuevo, en detrimento
de los circuitos artísticos “de verdad”, esa manga de babosos, repletos de
estructuras y espejos, artistos logocéntricos sin plaza, sin esquina y sin
calle.