sábado, 13 de diciembre de 2014

La Gajardotón, 8 semanas de amor

"Se necesitan malos poetas
buenas personas pero poetas malos"
R.F.


La aparición de un hombre larguirucho entre el baile de los autos desconcertados, cierta mañana de noviembre, no hizo más que coronar un mediodía redondo. De las pocas cosas que puede lucir un movimiento gremial, con un estilo anquilosado de conducción, vacas sagradas y participantes incipientes en cuestiones básicas de sabotaje o desobediencia civil; un corte de calle, una marcha florida o el asentamiento en la esquina de un semáforo resultan iniciativas de agravio válidas. El mundo de provincia está habitado por un conservadurismo canoso, por un estilo medio guachaca de fidelitos con hedor a vino y una izquierda revolucionaria, hambrienta de torta mal repartida, que corrientemente cae en caricaturas sin un ápice originalidad, cuando profieren eso de “ultrón” o de “anarcofacista”.
El hombre larguirucho desaparece. El flaco espinettado vuelve y acto seguido, Reinaldo Wolf, el hombre larguirucho -de oficio conocido y aparente chupapico del establishment local -se acerca a pedir disculpas ante la asamblea en pleno en un gesto que nos hace considerar su coraje como fotógrafo, o tal vez, su histrionismo como burócrata. Un personaje tipo en este carnaval de la desesperación, en esta rebelión docente que amenaza con redefinirse cueste lo que cueste. Un miedo que comparten colegiados y clase política, una pesadilla para aquellos que confunden sencillez con simpleza, a la adecuación con el progreso.
Algunos colegios se bajan, otros siguen adelante con la venia de sus jefes, otros pusieron las notas suficientes, otros se centran en lo local, otros salen de
vacaciones. Algunos aún creen en Gajardo y se persiguen y se pican a KGB, sacan la edad y la construcción de “casi 40 años de organización gremial”, en una perorata religiosa, aburrida pero respetable. Recordad hermanos, el décimo mandamiento de sor Jaime Guzmán de la Cruz: no codiciarás organizaciones ajenas.
El sujeto larguirucho seguirá pululando arrepentido por las calles de nuestra ciudad. Ojalá que así sea. Que siga pululando y también los Luchitos Dimas, los maestros de la moral y las buenas costumbres, los profes melodramáticos, ebriolucionarios, amarillos, apolíticos, amorales, aweonaos. Para alimentar la autocrítica, para reconocernos, para ahondar en la discusión sobre la carrera docente en marzo y toda la bola de nieve, temporada otoño-invierno 2015.
Se necesitan más malos profes para que estallen las diez mil flores de la educación.

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