sábado, 13 de diciembre de 2014

La Gajardotón, 8 semanas de amor

"Se necesitan malos poetas
buenas personas pero poetas malos"
R.F.


La aparición de un hombre larguirucho entre el baile de los autos desconcertados, cierta mañana de noviembre, no hizo más que coronar un mediodía redondo. De las pocas cosas que puede lucir un movimiento gremial, con un estilo anquilosado de conducción, vacas sagradas y participantes incipientes en cuestiones básicas de sabotaje o desobediencia civil; un corte de calle, una marcha florida o el asentamiento en la esquina de un semáforo resultan iniciativas de agravio válidas. El mundo de provincia está habitado por un conservadurismo canoso, por un estilo medio guachaca de fidelitos con hedor a vino y una izquierda revolucionaria, hambrienta de torta mal repartida, que corrientemente cae en caricaturas sin un ápice originalidad, cuando profieren eso de “ultrón” o de “anarcofacista”.
El hombre larguirucho desaparece. El flaco espinettado vuelve y acto seguido, Reinaldo Wolf, el hombre larguirucho -de oficio conocido y aparente chupapico del establishment local -se acerca a pedir disculpas ante la asamblea en pleno en un gesto que nos hace considerar su coraje como fotógrafo, o tal vez, su histrionismo como burócrata. Un personaje tipo en este carnaval de la desesperación, en esta rebelión docente que amenaza con redefinirse cueste lo que cueste. Un miedo que comparten colegiados y clase política, una pesadilla para aquellos que confunden sencillez con simpleza, a la adecuación con el progreso.
Algunos colegios se bajan, otros siguen adelante con la venia de sus jefes, otros pusieron las notas suficientes, otros se centran en lo local, otros salen de
vacaciones. Algunos aún creen en Gajardo y se persiguen y se pican a KGB, sacan la edad y la construcción de “casi 40 años de organización gremial”, en una perorata religiosa, aburrida pero respetable. Recordad hermanos, el décimo mandamiento de sor Jaime Guzmán de la Cruz: no codiciarás organizaciones ajenas.
El sujeto larguirucho seguirá pululando arrepentido por las calles de nuestra ciudad. Ojalá que así sea. Que siga pululando y también los Luchitos Dimas, los maestros de la moral y las buenas costumbres, los profes melodramáticos, ebriolucionarios, amarillos, apolíticos, amorales, aweonaos. Para alimentar la autocrítica, para reconocernos, para ahondar en la discusión sobre la carrera docente en marzo y toda la bola de nieve, temporada otoño-invierno 2015.
Se necesitan más malos profes para que estallen las diez mil flores de la educación.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Sicktiembre

“Las mujeres no se alegraron con la noticia. Eran palurdas, les gustaba escuchar los novelones de la radio con sus amigas del lugar. Esos novelones de argumento único. Las mujeres honestas se pierden en la ciudad,
donde los hampones violan sin para por todos los agujeros.
La ciudad es el infierno, y hay que haber nacido en ella, en sus calles tétricas, para poder resistirse”

Tadeys – Osvaldo Lamborghini

            Septiembre es siniestro. El mes más propicio para iniciar relaciones de amor amargas, dependientes y violentas. El mejor mes para romper tabúes, para muertes anunciadas, para iniciar la lectura de una novela oscura: la comarca es un territorio enorme ubicado en alguna parte de Europa oriental, una la capital simbólica, un Macondo incestuoso, la síntesis de una época medieval sórdida, donde la sodomía, el bestialismo y la violación se ejercen de forma cotidiana. En ese clima de perversión sexual que impone una estructura social despótica, es donde los habitantes deben sobrevivir a la hambruna y la pobreza comerciando con Tadeys, una extraña especie caníbal, antropomórfica, que vive en cuevas inexploradas. Así de simple. Lectura digresiva para lectores repulsivo-convulsivos. Lectura vetada para lectores impulsivo-compulsivos. Y qué decir de su pozo político, de su correspondencia con las instituciones religiosas, de las pulsiones humanas reprimidas que intenta llevar al límite.
Taller de lectura para 30 días terribles, plagados de cinismo, de procesos inconclusos, en un marco de resentimiento latente: el 3 se promulgó la ley de defensa de la democracia de Gonzalez Videla y el 18 se jura obediencia y servilismo a la corona española. El 19 se suicida Balmaceda, el 10 de Rokha y el 11 Allende, en un Golpe de estado que es un golpe a la cátedra del Neoliberalismo, un tiro de gracia. Parra nace el 5 y los tiene a todos chorreando de dulzura. Viejo decadente, vaca sagrada, decrépito, lobista descarado, con una condena literaria clara: vivir más de ochenta años. Un vencedor para la historia, un vencido para la literatura chilena. Honor y gloria en su centenaurio, aplausos y velas de sus Parrásitos. Gritos y barricadas para aplacar el olor a mierda pestilente, a efemérides repugnantes de un mes execrable. El 4 se incendia (¿queman?) la ya mítica discoteque Divine en el centro de Valparaíso y con ella una veintena de personas, para volver al principio:

          “
Y a la madre:
-Puta, vení para acá, desnuda también ponete al lado de tu hijo, a quien ojalá Dios haga maricón, así lo humillan todavía más y en el culo le remedian la vanidad”[1]

            ¿Y qué nos queda por celebrar? ¿Es el ensalce de los valores de la chilenidad una buena excusa? ¿La cultura popular revestida de nacionalismo y folclor acomodaticio? ¿Sedtiembre o reSeptimiento? Repito: un mes para quemar al conformista, para forzar los límites, para revivir rencores, para ajusticiar el parkinson y la amnesia de la clase dominante. La época ideal para abrir caminos difíciles, inabarcables, imposibles: el camino de tierra, ese “órgano metafórico” al que Lamborghini loa, y simboliza, y desacraliza y parodia, par(a)odiar, para subvertir conceptos, para desmantelar todas estructuras imaginables.






[1] Lamborghini, Osvaldo. Tadeys (Buenos Aires, Mondadori: 2012, Pág. 41)

miércoles, 30 de julio de 2014

Alihneándonos con Germán Marín

"De esta manera comenzará a cruzarse una historia mechada de hijos, trabajos, anécdotas hasta que,
de pronto, los rostros irremediablemente  adultos queden observándose en silencio pues ya no hay nada más que decirse y uno de ellos suspire, así es la vida, mi viejo, sí huevón, antes de mandarse a cambiar
cada cual por su lado insistiéndole el uno al otro que sería bueno juntarse alguna vez"
Fuegos Artificiales – Germán Marín

“Espero de la tierra no hacer colas/ ni así hormiguear buscando mi sustento;
quiero en todo ganar el mil por ciento/ y pasármelo todo por las bolas.”
París, situación irregular – Enrique Lihn


            1. Alguna vez, en lo que podría haber sido un gran alunizaje a la biblioteca del bate (¿vate?) porteño Fesal Chain, tuve acceso a un libro fundamental para la poesí(d)a chilena: “Maldita Farándula” de la polemista y ex candidata a la presidencia Pamela Jiles. En él la periodista encendía el ventilador y disparaba mierda a diestra y siniestra en lo que pretendía ser un mapa del famoseo chilensis. Un compendio destacable toda vez que consideramos su crisol de farándula, política y literatura; y sus descalificaciones contra personajes oscuros como Germán Marín, a quien califica de viejo reaccionario, loco o algo parecido. Ante esto dos cosas: hay que ser un hijo de puta para que Pamela Jiles te tenga en su lista negra, y segundo, las influencias de algunos poetas contemporáneos son entrañables.

2. Hace un par de semanas se lanzó la cuarta edición de “Conversaciones con Enrique Lihn” de Pedro Lastre por la Universidad de Valparaíso. Un libro publicado en los ochenta y que se reeditaría con el fin de aumentar la jubilación millonaria de Lastre. El lanzamiento realizado en el aula magma de dicha universidad, por supuesto no estuvo exento de flema y actitudes protocolares que inundan estas ceremonias, con Oscar Hahn como mueble invitado y Cristian Warnken como anfitrión, lo más parecido a un Matías del Río de la literatura. Se repasó la vida del autor, memorias añejas, dudosas y personalistas, pinceladas de su obra y las tareas por hacer para los críticos futuros: analizar su desconocida prosa y exhumar sus restos, para seguir aumentando las arcas de los que alguna vez compartieron el paradero o el asiento en una micro con Enrique Lihn.


Tristeza. Alguna vez tuve libros de Germán Marín: uno lo perdí en ese vórtex inestable que es el “préstame ese libro, después te lo devuelvo” y terminó en manos de unos de los integrantes del grupo viñamarino “Arte Elegante”. Nadie sabe cómo, cuándo, ni el porqué. Yo solo afirmo que en un centro de llamados, todo puede pasar. El otro libro que me queda de Marín, lo robé a un librero comunista de la ciudad de San Antonio, el Loco Román, otrora secretario del PC local el cual me explotaba, no me pagaba en los plazos establecidos y peor aún, no tenía idea de literatura. A pesar de esto, creo haber cobrado mi revancha con la cantidad de libros que me pelé y con esta primera edición de “Fuegos Artificiales” (1973), texto prácticamente desaparecido por el paso del tiempo y por la acción de la dictadura.


4. Cuenta Warnken: “Hacia 1974 visité junto a mi tío Enrique Lihn las costas de una casa familiar en Isla Negra. Yo era un niño pequeño y tengo un recuerdo de mi tío escribiendo a la orilla del mar. El sol nos abrasaba desde lo alto y la brisa marina (Nota del transcriptor: puta el weón decimonónico) nos impelía con ansias de comernos el mundo. Fue en ese momento cuando me acerqué a mi tío y sin mediar aviso, le pregunté: ¿qué estás escribiendo? Ante lo cual mi tío, con una leve sonrisa, retrucó: Estoy escribiendo SONETOS”

Quintanilla. Al igual que en las pasadas ediciones, el premio nacional de literatura se ve cuestionado. A la pasada elección de Miss Novela el 2010 y el reciente premio del mueble Hahn durante el 2012, que pasó casi desapercibido, este año la discusión es la misma: Lobby político y actitud literaria. ¿Vale la pena discutir los méritos literarios? ¿De qué sirve que lo gane Lemebel si solo servirá para adscribirlo a la historia oficial de las letras chilenas? ¿En qué aporta el peso simbólico de la trilogía “Historia de una absolución familiar” de Germán Marín si los jurados no leen? ¿Y Jorge Guzmán no debería hacer sido premiado ya? ¿Qué ondi microondi? A esta altura solo quedan las soluciones patafísicas Parrianas: confórmense con el Premio Nobel de lectura.

666. En la presentación del libro de Lastre estuvo Gonzalo Contreras. Es hora que inauguren una estatua en reconocimiento a este mártir literario de los 90´, el que incluso sigue enfrentando a la crítica literaria en la actualidad calificándola de uniforme y abajista. Esa crítica que en su opinión hoy celebra las limitaciones procedimentales revistiéndolas de elisión o una supuesta originalidad. ¡DURIIIIIIIÍSIMO!

7. Germán Marín fue alumno de Borges en la UBO. Fue uno de los fundadores de la Quimantú, editó “El circo en llamas” de Enrique Lihn, fue subordinado del general Pinochet y expulsado por curao de las huestes castrenses. Acompañó a Teillier cuando se debía batir a duelo con Lihn. Se enfrentó a “los niños codiciosos de las letras chilenas” de los 90’, nunca le compró a   Lafourcade, a Délano y le dio cara a Rosasco, en un gesto que de por sí merece un aplauso. Su literatura es un ripio escritural, pedregosa, extensa pero actual. Asume riesgos ficcionales y los concilia a través de datos reales, escribe solo cuando hay material y no por gusto. Siente debilidad por los pies de página, loa al lumpen y lumperiza la labor escritural. Maestro silencioso de muchos de nuestros maestros, solo nos queda seguir leyéndolo porque por aquí el conejito de los premios de oro ya no pasó.

(Ch)ocho. En la nueva edición de “Conversaciones con Enrique Lihn” se adjunta una fotografía inédita de Enrique Lihn junto Augusto Monterroso, Julio Ramón Ribeyro, Bryce Echeñique y Juan Rulfo, entre otros próceres. ¿Existe otro mejor gancho publicitario que una selección literaria de buenos muertos?

9. “Dejar de escribir es fácil, basta meterse la mano al bolsillo” (Germán Marín en Artes y Letras de El Mercurio, 10 de Agosto de 2003)

Diezmo. Y ad portas del premio nacional de literatura, recordemos la “Paradoja geométrica del ambiente literario” del fallecido poeta, barrista y miembro del fans club de Shakira, Yeko Aguilera: “todos esos círculos culiaos/ están formados/ por puros culiaos cuadrados.”

lunes, 23 de junio de 2014

Sobre la mano de Dios, la mano de hierro y la manufactura


“El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peores, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos. El fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes. Si bien competimos para ganar, y trabajo de lo que trabajo porque quiero ganar cuando compito,
si no distinguiera qué es lo realmente formativo y qué es secundario, me estaría equivocando.”

Marcelo Bielsa en “Las razones del Loco: claves
para entender a Marcelo Bielsa” (2009) de Federico Lareo.

“Hay autores que trasladan su experiencia futbolística a otros asuntos; no es de extrañar que uno de los más convincentes alegatos contra la pena de muerte  sea obra de un ex portero, Albert Camus,
quien seguramente recordó el rigor de ser acribillado a once metros de distancia.”

Juan Villoro – Los once de la tribu

“-Yo, señor presidente, quiero honrar el baldón que me han confiado.
     Él quería decir blasón, pero lo mismo daba, dado que el muchacho valía en la cancha
lo que una o dos docenas de profesores en sus respectivas cátedras.”

Horacio Quiroga -  Juan Polti, Half-back



Es realmente odioso, errado y reaccionario. Es ahueonado, efectista y poco riguroso. En fin, siento vergüenza ajena cuando presencio aquel gesto irresponsable de sentenciar a muerte al fútbol, como si la pelota tuviese la culpa. Es echarle la culpa al empedrado, es permitir que nos gobierne el sinsentido, la calentura de querer ganar el partido. Podemos tener entuertos políticos con el Mundial, por justas razones. De hecho, los tenemos. Podemos tener problemas con la representatividad de los dirigentes –discusión de fondo y no de forma-,  inconvenientes con los deportistas-empresarios, con la enajenación social, con la delincuencia hincha-weas, con su espectacularidad rentable pero les juro por Diosito que el fútbol no tiene la culpa.
Políticamente hablando, el entorno futbolístico está plagado de líderes despóticos que robustecen sus vientres y engordan sus arcas inubicables en el extranjero a costa de la comodidad del hincha televisivo y su ignorancia. Rancia manera de ganarse el pan la de estos pseudotecnócratas, que justifican su existencia en el medio deportivo solo en el tejemaneje del rubro. ¿Justificación? Yo diría un contraargumento: Joseph Blatter, el  propietario de las decisiones FIFA, el mismo que asumió haber pagado dinero al mal parido de Lucien Bouchardeau por la mano de Ronald Fuentes, el mismo ridículo que vetó a las ciudades de más de 2.500 metros sobre el mar para realizar partidos de fútbol, sigue gobernando el imperio FIFA desde 1998. João Havelange, el mayor oligarca del fútbol mundial, que antecedió a Blatter pero que al igual que él fue acusado de sobornos, de colaborar con las dictaduras militares, de tráfico de armas y drogas, reinó en la FIFA por más de 20 años y fue el principal impulsor del fútbol-espectáculo, tal y como lo conocemos hoy en día.




Pero vamos más allá. El fútbol pareciera tener una relación implícita con gran parte de los temas que nos importan como sociedad. Su carácter es altamente contagioso y sus plataformas suelen ser muy llamativas por lo que nadie, aunque lo quisiera, debería permanecer impávido ante su existencia. Sería como mantenerse al margen de la ciencia ficción, la televisión basura o las patológicas redes sociales solo porque no son un reflejo fiel de la realidad. Y no hay ninguna duda, no existe correspondencia pero su injerencia en ella, en esta realidad cruda, numérica, resultadista se da exactamente por la suspensión que produce, ese vórtex temporal que da pie a disturbios luego de los 90 minutos, a encuentros sin pudor luego de un par de likes o a la reivindicación de la provincia, de lo obsoleto a través del Steampunk. De las buenas cosas que nos ha traído la época contemporánea, y en específico la POSMODERNIDAD (palabra que resuena por los pasillos como el ruido de una motosierra) es la sociedad de la información, ese “absceso del dato” que promulga Álvaro Bisama y que, creo, hay que domar, moralizar e internalizar para vadear a buen puerto con este barco a la deriva. Simplemente no te puede dar lo mismo.
La ofensiva publicitaria de los medios debe ser enfrentada con una mirada crítica, el escapar no sirve para nada. No debemos matar al mensajero para evitar una mala noticia. Se debe indefectiblemente, por el imperativo y necesidad de una ética posmo, leer la sociedad con lupa, sumergirnos en lo que un gringo por youtube denominó “el principio de la salchicha”: ¿De qué está hecho el fútbol? De ahí que establecer diferencias sustanciales entre futboleros e hinchas, entre fútbol social y fútbol espectáculo es necesario, no solo para aclarar sofismas asumidos con naturalidad, sino que por el bien de este sistema de signos llamado Jurgol. Basta con recoger las precisiones de Johan Huizinga hacia 1938 en su “Homo ludens”, donde propone al juego –ya no solo futbolístico, sino que a toda representación lúdica de la vida- como responsable de la formación de la cultura. En ese sentido, alejándose del homo sapiens de Carlos Linneo y sentado un precedente claro del homo videns de Sartori, afirma que el carácter lúdico de la cultura proviene de la voluntad de juego, esa necesidad humana de abstraerse de lo real para suponer un espacio al otro lado del espejo, asumiendo roles en un campo y tiempo delimitado. Sabiendo que la competencia limpia es necesaria en el juego, pues ganar, a diferencia de la vida real, no implica necesariamente una ganancia. Bajo este prisma, lo que nos interesa a los futboleros es devolverle ese sentido de culto al fútbol, alejarlo del espectáculo y volver a significarlo como ritual de grupo, donde su carácter lúdico es inherente pues favorece su proyección social. Ya no más portadas, ni autos, ni modelos, ni lujos, ni obras de caridad. Solo honor, esfuerzo, espontaneidad, solidaridad, creatividad y por sobre todo agitación deportiva.

Recuerdo una reflexión esbozada al final del documental Ojos Rojos (2010), donde un ecuatoriano, quizás colombiano o brasileño afirma la cualidad democrática del fútbol. Claro, es el único deporte donde los objetos no importan por su calidad y sólo dependen de su cantidad. Con 5 piedras tenemos dos arcos y una pelota; con cuatro mochilas y una botella un partido que cualquiera podría envidiar. Con dos postes de calle un movedizo 25. En un pasaje angosto, de población pequeña, con una pelota de calcetín y los asistentes tradicionales a una noche de esquina un “machita patá”, el royal rumble del deporte rey. En cambio, en el tenis necesitamos raquetas que logren sostener una pelota en el aire. En el basquetbol, una pelota que rebote, en el golf implementos variados, al igual que en el beisbol y toda la cantidad de deportes olímpicos. Otro tema es la profesionalización, lo que me interesa aquí es poner sobre el tapete el acceso y la inclusión.



Así, no debería sorprendernos la aversión de sujetos como Borges con el fútbol. Si bien el aspecto físico muchas veces prevalece, lo que sostiene realmente, o sostuvo al fútbol precapitalista, fue la emoción. La emoción de que todo cambie de un minuto a otro,  de que por alguna genialidad insurrecta de un Garrincha los oponentes queden calientes, de que un grupo organizado sobre la solidaridad y la multifunción quede en la historia bajo denominaciones realmente literarias como “La naranja mecánica”. Esa misma emoción irreductible, que hizo meter al Diego la mano y la nariz donde no debía, que nos hizo crucificar a Candelo por patear penales displicentes, que nos hace respetar a Caszely por querer llegar hasta las últimas consecuencias de la red, junto al balón. Por eso Borges y tantos otros intelectuales conservadores que deploran el fútbol, no entienden que jugar con los pies, no es lo mismo que pensar con ellos. Que cuando el fútbol fue expropiado a los ingleses, Argentinos Juniors nació como Club deportivo “Los mártires de Chicago” y que Chacaritas fue fundado un primero de mayo en una biblioteca anarquista, tal como lo señala Galeano en “Fútbol a sol y a sombra y otros escritos” (Siglo XXI, editores: 1995).
Si hoy en día es un imperativo humano pintarle la cara al poder, debemos aprender de tácticas y estrategias. A pegarle fuera del área para abrir las defensas del estado, a reclamar y superar los penales mal cobrados, a practicar jugadas de pizarrón antes del partido final. Que siempre jugaremos de visita, que el árbitro también juega, que un buen equipo no garantiza un triunfo y que todos, sin excepción, pueden participar según sus capacidades: el enano de Maradona, el espigado Elías Figueroa, el lento de Beckenbauer y el desprolijo de Martin Palermo.

No tendremos estadio propio pero hay que procurar estar siempre de locales. 

domingo, 18 de mayo de 2014

Losotros loh del Mural o Introducción a la Literaturra

“¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro,
 saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio:
 a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere,
 y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que
 la losa que cubre los restos de todos los escritores muertos.
 La literatura, como diría una folclórica andaluza, es un peligro.”
Roberto Bolaño –Discurso de Caracas

“Lo mi es punto y aparte
tírame pa' lante
calle, pero elegante”
Tego Calderón – Punto y Aparte

“El poeta considera al mentiroso su hermano de sangre, a quien le quitó la leche que le estaba destinada;
por eso el mentiroso no ha pasado de ser un miserable y ni siquiera ha llegado a tener la conciencia tranquila.”
Friedrich Nietzsche – La Gaya Ciencia 



Losotros los del mural las hemoh hecho toas: reconciliado los opuestos, contrastado los similares, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha. Hemos trabajado con el Bosón de Higgs, con el botón rojo, con el pezón a nuestro antojo. Superamos el miedo a las palabras rayando la calle y acribillamos a más de algún poeta amariconado en esta pared (de retórica maraca y no de orientación maracosa, pa no sonar discriminador con esos invertidos asquerosos). Con el tiempo, esta trinchera, que lleva más de 15 años funcionando, que sobrevivió a la remodelación uplaniana, que soportó atentados, que sufrió el robo de merca, que sobrellevó los hongos de una sopaipilla artística y que aguantó el olor a axila de sus colaboradores; se erige como un espacio de disidencia literaria y promoción de la duda estética. Por ahí va la mano, así de claro, así de simple.
No hay libro que no sirva por lo menos para hacer una fogata. He ahí la función de la literatura, no solo su voluntad de ignición sino su naturaleza performativa, de palabras como acciones: la reconstrucción de utopías quebradas por hecatombes económicos, la construcción de nuevas estéticas que corroan estéticas-estáticas, estíticas de cacademia, atestadas de líquido seminal de tanto chupar pico y lamer escrotos-escrotores, de tanta palabra de buena crianza, de tanta defensa corporativa entre tecladistas de pieza oscura.


Hay que leer hasta que duela y reivindicar ese Premio Nobel de Lectura al que Nicanor Parra canta, no ya como el paradigma del nuevo poeta, sino como símbolo del nuevo lector, el lector ideal aquel que lee todo lo que cae en sus manos y se guarda en el bolsillo la solemnidad y actitudes flemáticas que hacen del escritor un sujeto oscuro, de condición burguesa y de elegancia forzada por aquella imbecilidad del “buen gusto”. Hemos de proponer a Lira por Neruda, a Mellado por Ampuero, a Álvaro Bisama por Camilo Marks. Liberemos al crespúsculo, discontinuemos la paja, abandonemos los sombreros de copas, el cigarrillo argentinizador, el tonillo ampuloso, el jitanjaforismo de loca francesa. Salgamos a la cancha en shores cortos, visitemos la plaza pública en tiempos de mall, descubramos el barrio actual, la población callampa a falta de ficciones. Registremos la casa imaginaria de Manuel Rojas, recorramos chile junto a la lengua Rokheana. Vámonos de tour. Visitemos Gringolandia junto David Foster Wallace y que Phillip K. Dick sea nuestro guía turístico. Juguemos ajedrez junto a Raymond Queneau y tentemos a la suerte en algún bar junto a Rodolfo Fogwill. Mensajeémonos con Osvaldo Lamborghini y acordemos alguna cita con Jorge Ibargüengoitia. Finalmente busquemos a Rolando Cárdenas en algún sucucho quitado de bulla y sentémonos a conversar. ¿Qué no es, sino una conversación amistosa y honesta, la mejor parte de la literatura? Que Juan Emar nos hable del campo. Que Juan Rulfo nos hable de la ciudad. Que Jorge Tellier nos hable de la urbe. Y no olvidemos a los muertos en acción, a los más tímidos, a los que se han perdido en la prostitución del mercado, a los que por una u otra razón, han querido permanecer en el anonimato pero han sido pilares subterráneos de toda una generación
Lectores desabridos, tetones sumidos en el comic, metaleros AllanPoellentos, miopes con hábito, monjas literarias, punkis analfabetos, habitantes del best seller, predicadores del diario comunal, poetas de estética reggaetonera, raperos con roperos de palabras, cortacocos ultraistas, feminazis jugando a ser su escritora favorita sin ropa, espinilludos con páginas pegadas, mariconzuelos rubendariístas, travesaños sadistas-traviesos, lumperío ilustrado, funcis de literatura oral, profesores con memoria activa, wachitas ricas de biblioteca y modelitos que seguirán confundiendo a Bolaño con Chespirito…




BIENVENIDOS A LA UNIVERSIDAD DE PLAYA ANCHA!
BIENVENIDOS A LA BIBLIOTECA BIZARRA!

martes, 25 de febrero de 2014

ENDECASÍLVICA

              El día en que la conocí yacía arrellanada a un poste de luz, clavada al suelo con los pechos al aire. Víctima, o tal vez, victimaria en alcohol su balbuceo involuntario disparaba consignas dadás contra cada uno de los mirones a la expectativa. El paradero de autos de un barrio conceptual, subida Cumming, pareció ser un buen sitio para la sobrevivencia. Allí los ojos de la calle eran mucho menos intimidantes y su estancia hasta pudo pasar por una puesta en escena.
No era una mujer descalibrada, ni mucho menos una exhibicionista autocomplaciente. No era una loca de patio, ni una alcohólica en rehabilitación. Era una poeta vieja, o más bien, una vieja poeta anegada de melancolía, trastornada por recuerdos demasiado pesados que le impedían salir a flote desde el fondo de su petaca de Amaretto. Un trago afrodisíaco para la añosa escritora, que la hacía recordar parejas de vidas anteriores y una supuesta cita que mantenía, sin su presencia por supuesto, con un ciego en un local aledaño. Vaya uno a discutir asuntos limítrofes entre realidad y ficción.
Sin embargo, sopesado el cuadro y con el momento ya difuso en el tiempo, puedo afirmar que no hubo ningún atisbo de decadencia. Una señora hasta el final, una mujer distinguida de cerveza en la calle. A pesar de los murmullos de los clientes del transporte público, a pesar de la imprudencia de la gravedad, incluso, a pesar de la empatía de las hienas callejosas de la ciudad de Valparaíso. Porque sí, Valparaíso es una ciudad de poetas aunque no se hace mucha poesía y una ciudad de perros aunque no existe la fidelidad. Perros y Poetas, Poetas-perros que ignoraban a nuestra mujer, aquella de los pechos desahuciados, encandilada por las luces de otros libros de verdad, invisibilizada por sus obras institucionales. El oficialismo que aplasta y ella que se levanta del suelo con un estertor animal, con un grito desnudo que afirma no necesitar acompañantes, que solo los pitos y el copete le dan continuidad a esa noche, a ese proyecto poético casual.
Sin pensar en las consecuencias, la tomamos del brazo y nos dirigimos a un lugar seguro, donde su naturaleza y esos pechos repletos de historia pudiesen ser en paz. No obstante, el pudor nos obligó a ponerla al tanto de sus tetas descubiertas, por lo que subió su ropaje delicadamente, no sin antes hacer un paneo pornográfico a los circundantes que miraban sin querer mirarla, incómodos pero silenciosos, con risas culposas y más de alguna pregunta.
Se llamaba Silvia Murúa y esa era una de sus carta de presentación, involuntaria y auténtica, más allá de la sobriedad, más allá de la edad, más allá de los centros de madre y los círculos literarios, más allá de la sensatez.


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