lunes, 31 de diciembre de 2012

Apuntes de Carpintería

Para que la literatura funcione como una forma de hacer cosas con palabras debe estar emparentada con la geometría. Ser la banda sonora de lo que está propensa a contar
      Un verso indica los grados de apertura de un ángulo de la realidad. La coma es un símbolo de tránsito y una falta de ortografía es similar a combinar corbata y short, cuestión de gusto. Todo se lo debemos al advenimiento de la ironía y la parodia que han quebrado definitivamente el marco que reducía la literatura al libro. Aun así, el centro de madres ha querido venderla de profesión como si la responsabilidad y la autoría otorgaran más verosimilitud o como si las ganancias de un best seller hablaran más que el contenido del mismo. Por suerte el papel es biodegradable y cuando desaparece, están las manos, está la voz, está el espacio. De eso nos han dado un par de luces los actos de habla y por ahí, creo, habría que entrar a picar.
Si luchar contra una página en blanco es más pelúo que construir castillos en la tierra, es peor cuando se hace sin luz y con materiales poco nobles. Cuando se construye en silencio se hace despacio, no por guardar el sentido de lo inédito -pues toda escritura es un acto público - sino porque resulta difícil escribir sin molde, hacer patria en la nada, desde un rincón bajo el escenario. Y no es que haya problema con los rincones sino que ya no se necesitan escenarios, y por el contrario, el rincón asusta por su olor a humedad, frío y poca visibilidad. Pero incluso aquí la literatura nos sirve de ayuda porque no hay libro que no busque ser interpretable o en su defecto, sirva para armar una fogata.
Estamos en tiempos difíciles, donde sabemos que el primero que te hable de arte te quiere vender algo. El arte es un producto farmacéutico para imbéciles se dijo por ahí. Pero no, la literatura es un lugar no un objeto, he ahí la verdadera ficción. Desde este lado del discurso, hablamos de arte como quien te invita a su casa, como si el arte fuese un gentilicio, como si el juego de la literatura siempre terminara convirtiéndose en realidad, ya que para envalentonarse con una obra social, primero hay que perderle el miedo a las palabras. Hay que dejar la paja y liberar a la musa de una vez por todas, pues la escritura es un acto de sobrevivencia, una necesidad cultural de los grupos con autodeterminación.
En lo que respecta a mí, me sigue pareciendo un acto consecuente la ceguera de Borges (en pro o en contra, disculpando la expresión, se mire por donde se mire). Pero entonces: ¿es antes el deseo y después el sueño, o es primero el sueño y después el deseo? Sólo Macbeth y Lenin lo saben.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Juan Emar o el arte de la probabilidad


“Hay que partir de él ahora, aunque nadie lo haya leído".
Alejandro Jodorowsky

“…tampoco se daban cuenta de la importancia que hubiera tenido
el hipotético encuentro entre Darío y Huidobro, la posible amistad,
el abanico de posibilidades perdidas para la poesía de nuestra lengua.”
Amuleto, Roberto Bolaño

           
              Que esto contribuya a la expropiación de lo simbólico y lo imaginario.
          Que no sea otro bullado rescate literario sino un sentido consejo de lector a lector. Una serie de indicaciones sobre cómo desechar lo estancado, la “cháchara de altura” y ese realismo latente (a veces sesgado, a veces innecesario).

            “Mucho tiempo he estado acostándome temprano” nos dice Marcel Proust al principio de En busca del tiempo perdido. Cansado de acostarse temprano considerando que los buenos no duermen. Cansado al igual que Huidobro del arte reproductivo. Cansado como los pies de Ulises por Dublin, como Arturito Belano de la oficialidad, como Raskolnikof de la usurera Ivanovna. Cansado, como el sentido común de Gregorio Samsa, como la mente minuciosa de Auguste Dupin, como el órgano reproductivo del Marqués de Sade. Cansado, enajenado, absorto. Harto del mundo como Juan Emar, Álvaro Yánez o simplemente Pilo, para nosotros sus lectores (sus mejores amigos).
            Hijo de Eliodoro Yánez, pasó gran parte de su vida viajando por Europa relacionándose de manera directa con el nacimiento de las vanguardias. A su llegada a Chile, trabajó en la nación dando origen a sus ya míticos comentarios de arte donde comienza a firmar como Juan Emar (deformación del francés J’en ai marre: “estoy harto”). Es en esta columna, cuando intenta dar luz verde a las nuevas tendencias que ya inundaban el planeta-arte y donde cosecha sus primeras polémicas.

           En 1925 publica un anticipo de Altazor  y posteriormente, luego de intentos fallidos de renovación y hermetismo de la crítica ante sus obras, se aísla en una localidad de la IX región para redactar el inclasificable Umbral, hasta el día de su muerte    

        “Ese escritor chileno similar al monumento al soldado desconocido”, decía Bolaño refiriéndose al hecho de que las peleas no las ganan los O´Higgins, ni los Carreras sino los humildes soldados sin nombre, la carne de cañón del pelotón. Ese es Juan Emar, el sujeto cabizbajo que en silencio y pese a la dureza de la crítica literaria escribió uno de los libros más experimentales de la literatura universal: “Umbral”, una mutación literaria de más de 5.000 páginas, donde una extensa narración ramificada se ve interrumpida por otros relatos incidentales y reflexiones irreproducibles que violentan su unidad. No es difícil proyectar el patrimonio Emariano hacia el infinito y afirmar (como lo insinuara Jorge Tellier en su momento) que la obra de Juan Emar se trasformó en un simulacro y precedente claro de lo “Real-maravilloso” Americano. Sin duda se adelantó a García Márquez, aunque no se lo dijo a nadie.

            Es por esta y muchas otras razones, que parece absurda esa actitud dogmático-patológica de la academia al postular a nuestro autor como una adaptación local de Kafka,  Proust, o Michaux, teniendo características tan únicas que solo lo hacen guardar fidelidad consigo mismo. Su valentía escritural y valor latinoamericano –que yo denominaría provincial-americano (similar al surrealismo cotidiano de Residencia en la Tierra)- guardan ese sentido de la inocencia del mundo, de la mirada incierta del niño (en la noción Nietzschereana del sustantivo) donde todas las combinaciones son posibles en un mundo inexplicable, incrementando las probabilidades de creación en un imaginario en constante cambio, de experimentación obstinada.
            Cuando Rudencindo Malleco junto a su esposa -en esa escena inmortal de la excursión al zoológico de Ayer- comentan el salto del león sobre un avestruz y las distintas posibilidades que esta postal trae a escena; desde lo cabalístico pasando por lo científico y llegando a lo geométrico, resulta impensado que la situación descrita concluya con el León dentro del buche del avestruz debido a una apertura inusitada del pico. Sorpresivo por decirlo menos
           
            Leo o se podría leer a Juan Emar (porque la falta de título profesional exige el impersonal, según algunos académicos) como una figura central en la narrativa chilena de nuestra época, toda vez que desbarata nuestra noción de la “normalidad”, del realismo mecánico, la aristotelización de lo narrado y elementos literaturosos que van desde la repetición vacua de conceptos con respeto académico, comparaciones estúpidas, hasta plantear verdaderos guirigays (como decía Proudhon) que sólo dificultan la obtención del significado del libro, con un estudio del objeto más inaccesible que el mismo objeto.
            Emar nos exige (y alienta) una interpretación basada en la experiencia. Quizás si Alone hubiese adquirido menos lecturas y más experiencia campestre, interpretando El pájaro verde desde la perspectiva supersticiosa –casi metafísica- de la ruralidad mitificadora, habría financiado Diez en vez de los 20 poemas de amor de Neruda.




            Es en este punto, donde no interesa cuantas veces fue ridiculizado por Silva Henríquez, lo poco visionario que fue Díaz Arrieta o cuantas veces ha sido reivindicado por Camilo Marks o Ignacio Valente. Los acercamientos teóricos no interesan en la práctica. “La labor primordial del arte, es escapar de la definición”, decía Wittgenstein.
            Desde esta perspectiva, donde la literatura es un lugar y no una abstracción ininteligible, es que Emar nos invita a desloganizarnos. Si la crítica literaria ha dicho que no existe parodia en la literatura chilena es que han pasado por alto Ayer y su sátira transversal o la reconstitución de escena de Miltín. Echando mano a una máxima del trasandino Germán García, el parodiar es (también) un para-odiar.

            ¿Qué habría sucedido si Emar hubiese sido considerado en su época?
        Algo similar al encuentro virtual entre Darío y Huidobro: “… Darío hubiera aprendido más, y hubiera sido capaz de poner fin al modernismo e iniciar algo nuevo que no hubiera sido la vanguardia pero sí una cosa cercana a la vanguardia, digamos una isla entre el modernismo y la vanguardia, una isla que ahora llamamos la isla inexistente, palabras que jamás fueron, y que sólo pudieron ser…”

            ¿Cómo hubiese sido esa isla inexistente de Juan Emar?
            Otra tarea para la casa






Bibliografía del Autor:

            Emar, Juan. Ayer. (Santiago: Lom, 1997)
            Emar, Juan. Diez. (Santiago: Universitaria, 1997)
            Emar, Juan. Cartas a Carmen. Correspondencia entre Juan Emar y Carmen Yañez (1957-1963). (Santiago: Cuarto Propio, 1998)
            Emar, Juan. Notas de Arte (Jean Emar en La Nación: 1923-1927). (Santiago: Ril editores; Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2003)
            Emar, Juan. Un año. (Santiago: Editorial Sudamericana, 1996)
            Emar, Juan. Umbral. (Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1996)




Artículos Recomendados.

            Braulio Arenas: "Juan Emar: Un precursor chileno de la nueva novela francesa". La Nación, 14 de marzo de 1965.
            Jorge Teillier: "Juan Emar, ese desconocido". La Nación, 8 de octubre de 1967.
            Eduardo Anguita: "Juan Emar fuera del mundo". El Mercurio, 10 de junio de 1964.

domingo, 8 de enero de 2012

¿Cómo evitar que se rebalse el wáter?



 
(…) Triste clown, miserable
mezcla de mono y rata, cuyo rabo
peinan en Wall Street con pomada de oro,
no pasarán los días sin que caigas del árbol
y seas el montón de inmundicia evidente
que el transeúnte evita pisar en las esquinas!

Pablo Neruda – Canto General

      Hacia 1948, cuando el gobernar es producir comenzaba a mostrar sus primeros resultados en la sociedad chilena, llega a la presidencia Gabriel González Videla, controvertido y ambiguo presidente de Chile.
         En un chile azotado por una incipiente recesión post guerra, González Videla, luego de múltiples baches y vericuetos gubernamentales, arremete contra su principal plataforma eleccionaria y proscribe al partido comunista de la esfera política de nuestro país; persiguiendo e inhabilitando todo cargo, cercanía y militancia PC con la mentada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, más conocida como “Ley maldita”. Inaugurando Pisagua, como una versión criolla de Auschwitz relegando a cerca de 500 chilenos, e incluyendo en su gobierno a sectores de la vereda política opuesta, marca un hito en la historia presidencial y de traición en nuestro país.
         Estos acontecimientos de hace más de 50 años, parecieran ser lugares comunes en el manejo político del actual gobierno y no me refiero sólo a la inclusión de un par de moderados con alma de aliancistas al gabinete del sr. Piñera, sino al famoso proyecto de ley que modifica el artículo 269 del código penal: la llamada “Ley Hinzpeter” o “ley antitomas”. Dicha ley calificaría como delito cualquier “ocupación o invasión ilegal de inmuebles” desde viviendas deshabitadas, a centros comerciales, religiosos y los mismos centros educacionales. Además, se incluiría en la noción de “desordenes públicos”, la interrupción de servicios públicos, el saqueo, las faltas de respeto a la autoridad y todo lo anterior, con la yapa y agravante terrorista de actuar encapuchado.
        Una modificación legal que no es consecuencia de una necesidad de la población, sino producto de la ineficacia administrativa y mal manejo de la fuerza policial; hecho que se ve demostrado al analizar la confusa figura legal que tipificaría de la misma forma; a marchas no autorizadas, a protestas de pacifismo activo en la vía pública, a la toma de las calles ante la nula afluencia de las micros, al saqueo de grandes cadenas de supermercados y a las barricadas conmemorativas en alguna población de Santiago.

         
         En un momento histórico para las organizaciones sociales en Chile, donde creo, se logró resemantizar la protesta popular y que los mismos actores tomaran consciencia de su papel en los cambios históricos, no debiera asombrar que la clase política y sectores amenazados por esta especie de huracán reivindicativo, busquen proscribir la indignación.
        
          Ahora bien, la discusión que me interesa poner en el tapete y que ha pasado casi desapercibida es en relación a las nuevas atribuciones de la policía, entre las cuales está la requisición o retención –sin orden previa de un fiscal- de las imágenes y videos captados por algún medio de comunicación durante alguna protesta o ilícito. Este hecho que es lisa y llanamente un atentado a la malograda y manoseada libertad de prensa, es el que en un futuro separará de manera artificial –en una paráfrasis de la noción de conciencia de clases- a la prensa para el pueblo y la prensa contra el pueblo, hecho que no es del todo perjudicial pero que reducirá la labor del periodista a escoger un lado de la verdad de la noticia, desechando ese caldo de cabeza que era la pretendida objetividad ante los hechos que muchos aún intentaban (y que de todas maneras nunca existió). Un oficio que debiera tener una voluntad más analítica que política, si nos pensamos junto a Alicia en su país de las maravillas, pero que si lo llevamos a nuestra realidad, en algunos casos permitiría reforzar las trincheras con periodistas que estén dispuestos a dar la pelea por la libertad de la información, a la manera de los cronistas de la segunda república en la España del 36´o tal como lo hicieron muchos fotógrafos en la dictadura de Pinochet, que veían en su foco lo más parecido a la punta de una bayoneta.
       Todos los oficios ligados al despliegue de información audiovisual; la labor de fotógrafo convertida hoy en un juego de cuicos; la de camarógrafo basada en filmar destrozos, llantos y culos fotogénicos y la de periodista en terreno, que reside en inventar acontecimientos y “climas ciudadanos” según la línea editorial del canal (hecho que queda demostrado con la prensa internacional), podrían ser cambiados por una labor profesional con una línea más política, confrontacional y verdaderamente independiente, al ya no sólo ver sus intereses económicos en juego, sino también su integridad física y libertades personales.


         Es de esperar que las consecuencias de medidas tan torcidas como estas no tengan frutos ni los resultados esperados, pues claramente es un golpe de autoridad frente a un pueblo que sólo tiene sus pulmones y “el poder del voto” contra un ejército muy bien armado, que siempre ha buscado proteger a los mismos gobiernos, no de los bolivianos sin mar, sino de la ciudadanía consciente que estaría dispuesta a dejar lo que sea por cambiar toda esta wea.
        No es una sorpresa que Piñera tome el papel histórico que le correspondió a González Videla, si Hinzpeter ha querido hacer de comandante Merino.
        
       



         Consejo práctico: la mejor manera de evitar que se rebalse el wáter de tanta mierda, es cambiando la taza del baño y limitando la entrada. Se detendrá por sospecha a cada pedorro y pedorra para evitar futuras indigestiones. Todo el que oiga o huela algún aroma sospechoso deberá prestar declaración.

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