martes, 27 de diciembre de 2011

Flores para el Difunto


Se podrá discutir mi erudición ornitológica
 y la eficacia de mis aperturas de ajedrez.
Nunca faltará algún zopenco
 que niegue la exactitud astronómica de mis horóscopos
 ¡pero eso sí!
 A nadie se le ocurrirá dudar, ni un solo instante,
de mi perfecta, de mi absoluta solidaridad.

Girondo, Oliverio - Espantapájaros

            Si te desconocen en la calle es porque te vas a casar, si pisas caca es de buena suerte y cuando te pegas en el codo podrías recibir un regalo. En la literatura chilena, cabalística como ninguna, cuando premian tu obra luego de los 70 es porque la pelá anda cerca. Ojo: no hablo de una muerte editorial sino de la muerte real del escribano, acompañada de cuando en vez por una desaparición de la decencia[1]. Así de claro. Desaparición de la decencia política y muerte, que en la práctica terminan siendo sinónimos.
            Darle el Premio Miguel de Cervantes, el Nobel hispanoamericano, a Parra pasados los 90 años pareciera ser un chiste de mal gusto, considerando que los méritos de don Nicanor en literatura son comparables con los de Carlos Marx en política (el primero, eso sí, mucho menos egocéntrico). Aunque Parra no se jacta de transformar su disciplina en una ciencia posible, si se siente responsable de devolver la poesía a la tierra, más bien a la sobremesa, mejor dicho a un recado de servilleta. Bien, notabilísimo, con una nueva concepción del hecho literario que abre una nueva época para todos nosotros y demases argumentos que se agregan desde hace más de una semana en el Mercurio y cía. El punto es otro.
            El conflicto y debo decir para mí, pues el clima de festividad de la mayoría de los lectores parrianos es extrañamente positivo, es un reconocimiento tardío, casi por cumplir. A Vallejos no hay que dárselo todavía –por mucho que haya sucedido a García Márquez-, el gran Ernesto Cardenal aún puede esperar (considerando que hay fe comprometida), Galeano está ocupado viendo fútbol y Ricardo Piglia aún no cumple la mayoría de edad. He ahí la lógica de la elección. Tan profunda como un charco. Sería interesante ver la cara de Parra cuando el Rey Juan Carlos le entregue el premio este 23 de abril próximo. Un remember de sus paradojales visitas con la derecha conservadora en el mundo, que no merma en nada su talento literario. Otra muestra más de su excentricidad, porque insisto, el problema no son sus méritos literarios.
            Nuestro vate hizo todo lo que se puede hacer cuando se escribe. El conflicto son los círculos literarios y todo el aparataje repugnante contra los que el mismo Parra luchó por desenmascarar:
            




-“A este premio hay que cambiarle el nombre. Habría que llamarlo “Propina Nacional de Literatura”. Es un premio muy deteriorado que se le negó a Huidobro, se le dio tarde a De Rokha, y a la Mistral después del Nobel”- decía Parra con respecto al Premio Nacional.


         
            Pienso que la discusión con respecto a los galardones debe darse en cuanto a la aceptación y consecuente anulación de la peligrosidad de un autor. No afirmo que todos los escritores deban ser unos terroristas renegados pero creo firmemente en que la literatura por definición –y me mojo el potito- debe violentar la normalidad de las ideas, de las normas lingüísticas, del sentido común. Propiciar la irrupción del arte en la vida social. Los más parecido a convencerse de la redondez de la tierra frente a weones cuadrados. Esto lo hizo Nicanor Parra pero el premio viene a ser un espaldarazo cínico de: “felicitaciones… ya puedes retirarte”, porque cortémosla con lo del Nobel de Literatura. Esa es otra herida que se hizo por la exposición voluntaria a los rayos UV.
            Con todo lo anterior, sabemos que somos del grupo de los salieres de Parra y que si hacemos literatura con una conciencia más democrática es porque él logró hacerse un lugar con sus melodías, a pesar de sus descuidos políticos. Uno muy conocido, y lo cuento a modo de pelambre, ocurre hacia 1970, cuando ya se había declarado a favor del gobierno de la Unidad Popular y de la Cuba de Fidel y viaja a Estados Unidos. Invitado a un congreso de literatura, aparecen en la prensa algunas fotos que lo mostraban tomándose un tecito en la casa blanca junto a la mujer de Nixon (se debe considerar que el hecho se producía justo y cuando se acentuaba la ofensiva gringa contra Indochina y la represión interna en contra de los estudiantes, obreros e intelectuales que se alzaban contra la guerra imperialista). Parra es expulsado de la Iglesia de la izquierda chilena –bien expulsado- y más tarde termina pidiendo excusas: “Apelo la justicia revolucionaria. Solicito la rehabilitación urgente. Viva la lucha antiimperialista de los pueblos oprimidos. Viva la revolución cubana. Viva la Unidad Popular”, dice con la lengua de rodillas.
            Sabiendo a ciencia cierta la influencia de la esfera política en la entrega de estos premios, vale mencionar que es durante la dictadura donde Parra tiene su primer acercamiento con el público, cosa que probablemente no sea mala, aunque el punto es la absorción que hace el poder de sus (aparentes) enemigos, un poco dibutativos:
            -“Yo no patrocino la vía violenta aunque me la explico (…) Es que yo no soy un político ni un predicador. No soy un sujeto al estilo lírico. Me considero simplemente un médium”. Este, un top five de Parra, que pareciera ser el nacimiento del sofista Jodorowsky.
            Si la tercera afirma que este premio se debe en gran parte a Bolaño (otro hombre que se ha transformado en una figurita pintoresca de la academia) y su promoción de la herencia Parriana (recuerdo algo como “le debo toda mi obra a Parra” by Roberto Bolaño), creo que antes habría que agradecer a don Ignacio Valente que dio luz verde, por suerte,  a la obra de Parra. Concilió al Ateo con la Iglesia en virtud de una creencia, sin considerar que esa creencia en uno mismo existe necesariamente en contraposición con la creencia en Dios. Si la Díaz Varín, De Rokha o Carlos Droguett, entre algunos cogoteros, lo criticaron no fue ni de envidioso, ni de jugosos. Lo hicieron prediciendo el espíritu de vaca sagrada que personifica al escritor cuando este no se atreve a escribir un mal libro para la crítica. Eso, lamentablemente sucedió con Parra y perdonen la insolencia –en serio- pero esto me hace pensar en una conspiración que va en la misma línea del Nacional de la Innombrable. Cómo deben estar saltando en un pie los académicos y mecenas de las letras:
            -¡Un premio al buen gusto!, ¡un reconocimiento a la trayectoria! ¡El laureo merecido al jefe de la tribu! ¡Justicia Divina por la rechucha!, estarán desvariando algunos miembros del fan club de Parra, desde la comodidad de sus empresas.
            Insisto: creo que a esta edad es una limosna. Lo más parecido a los homenajes televisivos realizados a los viejos crack del humor revisteril cuando ya están con esclerosis, usando pañales, botaos en un asilo. Un Daniel Vilches homenajeado en 10 años más en Morandé con Compañía.
            PD: Un mensaje para todos los par(r)ásitos del respetable… vuestros poeta no es ni Mick Jagger, ni John Lennon, ni Madonna. No agreguemos más vicios al mundo moderno.





[1] Para más referencias chequeen la biografía de Jorge Edwards, Braulio Arenas y Vargas Llosa.

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